miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Y ahora? ¿A quién le doy mi voto?

Estoy seguro de que muchos, al igual que yo, se han hecho esta pregunta en los últimos meses al observar el convulso panorama político que sacude a nuestro país...Escándalos de corrupción, falsas promesas y acusaciones oportunistas y recíprocas entre los diferentes partidos, salpican los diarios de prensa, coloquios, noticiarios televisivos y publicaciones digitales.

A esto se suma la inestabilidad económica de una crisis mal llamada "mundial", que si bien anuncia un ligero repunte,no augura un futuro próximo muy halagüeño. La tasa de desempleo continúa siendo alarmante, el trabajador ha perdido de un plumazo derechos adquiridos por los que se lucharon más de tres décadas, fomentándose la precariedad laboral; la presión fiscal y la deuda con los bancos nos ahoga en medio de una política de recortes que se estiman necesarios desde las esferas económicas y de gobierno, pero que vulneran los derechos más básicos de nuestra sociedad, como la educación y la sanidad.

El acto de votar, según la Real Academia Española, es expresar de forma pública o secreta una preferencia ante una opción. Considero que la democracia es un sistema justo en su planteamiento, aunque admito que se está convirtiendo cada vez más en un acto de fe sin fe, -¡caray, qué falta de convicción!-, más que en una preferencia. A mi voto le acompaña una profunda desconfianza (espero que no me tiemble la mano, literalmente, al depositar la papeleta en la urna de las próximas elecciones).

Las relaciones humanas más saludables se basan en la confianza. Desgraciadamente el cúmulo de desagradables acontecimientos, ha hecho que el electorado de los tradicionales partidos de España, la pierda por completo, si bien esta "epidemia" termina por contaminar a la clase política en general.
Al hilo de la debacle bipartidista, surgen nuevas formaciones anunciando soluciones magistrales... Una cosa es "queremos" y otra es "podemos"... Todos creen que pueden... En la política, como en el diario vivir, nuestras intenciones son buenas pero podemos vernos limitados por multitud de factores.
Me viene a la mente aquella frase que dice: "Nadie promete más que aquel que no cumple".

Asímismo sería deseable una mayor independencia de los poderes judiciales a fin de administrar la justicia necesaria que salvaguarde nuestros derechos y bienestar.

Quiero creer que hay soluciones y admito que no sé cuales son, -por eso debo seguir confiando en aquellos que a priori saben más que yo-, pero pienso que las tres grandes virtudes de un político, con derecho a equivocarse como cualquiera, deben ser preparación, honradez y sinceridad.

Siempre me ha gustado esta escritura en el Libro de Éxodo del Antiguo Testamento:
 
21 "Además, busca tú de entre todo el pueblo hombres de virtud, temerosos de Dios, hombres verídicos que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo como jefes de millares, jefes de centenas, jefes de cincuenta y jefes de diez. 22 Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y será que todo asunto grave lo traerán a ti y ellos juzgarán todo asunto pequeño; alivia así la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo."

Si ya saben a quien votar, por favor, hagánlo con toda la fe que atesoran. Esa certeza al menos, mantendrá vivas sus esperanzas.

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