viernes, 31 de octubre de 2014

La consulta soberanista del 9-N

A un día del llamado "proceso participativo" catalán, en medio de la agitación por dicha consulta, las posturas que representan políticamente a españolistas y catalanistas (hago la distinción en estos términos para entendernos, sin ninguna intención peyorativa), se muestran claras y diametralmente opuestas. Entretanto un importante número de políticos, juristas, periodistas y críticos en general, se reafirman en que el proyecto secesionista del presidente de la Generalitat Artur Mas es un "viaje a ninguna parte".

Hace unos pocos días el presidente del Gobierno Mariano Rajoy replicaba al senador y ex presidente de la Generalitat José Montilla, tras una interpelación en el Senado en la que éste le instaba a "cambiar de comportamiento" y a adoptar una "actitud propositiva":
"Usted dice: haga usted una propuesta [al presidente de la Generalitat]. ¿Qué quiere decir, que yo tengo que hacer una propuesta a todo aquel que pretenda convocar un referéndum en contra de lo que dice la propia Constitución? ¿Tengo que dar algo a cambio? Porque, al final, señor Montilla, de lo que estamos hablando es de eso. ¿Tengo que dar algo a cambio? ¿Tengo que hacer una propuesta? ¿Qué hay que darle, el pacto fiscal? ¿Tiene usted alguna idea? ¿Qué le daría usted? No me hable del sistema federal porque no les conviene. Por tanto, dejemos ya de hablar de cosas que no significan nada, de eslóganes y palabras que están bien. Y vayamos al fondo del asunto. ¿Qué haría usted?".

Por su parte Artur Mas, cuando el Estatuto de Autonomía de 2006 pasó por el Congreso, se reconoció como nacionalista "tolerante y moderno" pero integrado en el conjunto de España. Aunque, posteriormente, dijo que en un hipotético referéndum soberanista, votaría a favor. Tras la sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 que declaró varios artículos del Estatuto inconstitucionales, se declaró partidario del derecho de Cataluña a decidir su futuro, que es, según sus palabras, "el derecho de todo pueblo hacia la autodeterminación".

El Gobierno central no da indicios de que vaya a ceder a las peticiones, pero tampoco estoy seguro de que el president, si la consulta fuese vinculante,  estuviese dispuesto a aceptar un reto de "doble o nada". El conflicto de intereses parece haberse convertido, empleando un símil futbolístico, en un hábil quiebro de Artur Mas en el que el Gobierno actual no se muestra dispuesto a que le rompa la cintura. La situación me recuerda ( y perdónenme tan osadas comparaciones), al regateo de un trato comercial en un zoco de Marruecos, en el que uno pide 20 dírhams esperando recibir del otro 10, sabedor de que si pide 10 dírhams de seguro no obtendrá nada.
De cualquier modo, no parece que el hecho de mirar hacia otro lado, amparados en la historia y en el marco legal que legitima la Constitución del Estado español, pueda resolver la situación. Asimismo creo que si se accediese a permitir la consulta de modo vinculante, aunque el resultado fuese negativo (esto es, mayoría del no), más tarde o más temprano nos volveríamos a enfrentar a una situación similar.
Es inquietante la ambigüedad  en que se plantea la consulta y se perfila como el talón de Aquiles del proyecto, que lejos de completarse de forma satisfactoria puede traer graves consecuencias políticas y penales para sus promotores.

Algunas de las preguntas que flotan en el ambiente y que se plantean buena parte de la oposición y de la opinión pública, teniendo en cuenta que la consulta no es referendaria,- no es vinculante-, son: ¿De qué tiene miedo el Gobierno? ¿Acaso teme conocer una realidad que no desea oír?
El presidente español y su ejecutivo tal vez piensan que si les dan la mano a los nacionalistas, les tomarán el brazo y más allá.
Reputados juristas coinciden respecto al carácter de la consulta en que aún quedaría mucha tela por cortar...pues creen que la consulta terminaría siendo vinculante. Javier Tajadura, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, señala: “Aunque la Generalitat diga que las consultas son diferentes que los referendos, para el Constitucional el nombre es lo de menos y su carácter vinculante o no también es indiferente”

“La ley catalana presenta problemas que el decreto parece agravar. Uno es la dificultad de distinguir entre consulta no refrendaria [no vinculante] y referéndum [vinculante]. La Generalitat no emplea el censo electoral, pero termina acudiendo a quienes forman parte de él y parece poco previsible que el Tribunal Constitucional lo acepte”, asegura Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.

“Más allá de la dimensión política actual de la cuestión catalana, el contenido de la norma no presenta ningún extremo que la diferencie de la ya anulada por el Tribunal Constitucional en 2003 cuando declaró la inconstitucionalidad de una consulta de análoga significación convocada al amparo de una ley del Parlamento vasco”, dice Andrés de Blas, catedrático de Ciencias Políticas de la Uned.

Otro debate abierto entre la ciudadanía de este país versa acerca de la posibilidad de que todo español pueda participar en una hipotética consulta. Hay posturas de todos los colores y matices. Creo que a los más partidarios de la unidad de España esta simple mención les resulta una ofensa, casi un insulto, porque piensan que unos pocos no deberían siquiera fantasear con lo que consideran una aberrante y delirante idea. Se niegan a lo que consideran un chantaje constante y  se cierran de antemano a cualquier solicitud o proposición nacionalista.
 Aquellos que dan pie al diálogo, que son partidarios de la democracia y valoran la unidad de España incluyendo a Cataluña, incluso desde el cariño, consideran que la consulta sí debería hacerse extensiva al resto de españoles.
Otros, tal vez hastiados ya de tanta controversia, preferirían zanjar el tema concediendo la independencia a Cataluña de una vez por todas a modo de venganza pasiva... se escuchan auténticas barbaridades...
Los nacionalistas catalanes si algo tienen claro es que esta decisión pertenece sólo a Cataluña. Incluir en ella al resto de españoles pondría un megalito más en el muro que ya de por sí representa la Constitución. Sería como chutar a puerta sin ángulo, desde la línea de fondo, con un balón pinchado y un huracán soplando en sentido opuesto.
Algunos como yo nos limitamos a observar como se desplaza la pelota en un eterno partido de tenis que parece haberse atascado en un interminable "tie break" y no sabemos bien qué pensar de unos y otros, si bien yo creo que España sin Cataluña no sería la misma y cualquier paso en este sentido sentaría un precedente desastroso para el futuro. Por otra parte, creo que no hay nada de malo en que toda persona se exprese libremente, aunque la libertad de expresión no implique necesariamente la consecución de todos nuestros deseos. La prioridad de casi todos los españoles creo que sería acabar con el paro, que toda persona tenga una vivienda digna, conservar la sanidad y la educación libres de recortes, garantizar las pensiones, igualdad ante la ley, acabar con la corrupción que nos azota como una plaga... Pienso que esos serían algunos de los deseos más comunes y a pesar de que una buena parte de los que he citado son derechos inalienables recogidos en esa misma Constitución de 1978, la realidad es bien distinta. No quiero decir con ésto que las banderas sean "trapos",  pero hay muchísimas cosas que me preocupan más. 

La independencia de Cataluña a día de hoy, tal como yo lo veo, parece más una cuestión formal que de fondo. La división de Cataluña con el resto de España ya existe, es real. Es una comunidad autónoma reconocida "nacionalidad histórica", tal como recoge la Constitución de 1978, por su identidad colectiva, lingüística y cultural diferenciada del resto de España. El rasgo de distinción más evidente es el lenguaje, aunque no debemos olvidar que cuenta con amplias competencias de autogobierno en turismo, cultura y vivienda.
En la actualidad y desde el inicio de la democracia, las leyes amparan no sólo el idioma catalán, sino también su historia, tradiciones y cultura popular. Uno de los "peros", para muchos de vital importancia, es la falta de concierto económico, aunque creo que el más importante con amplia diferencia es el reconocimiento de Cataluña como "nación". Para los independentistas todas esas bonanzas que he citado no son suficientes, pues el fin último, la cúspide de su anhelo, tal y como indica la propia palabra que los designa, no es otro que la independencia.  Es conveniente señalar en honor a la verdad, huyendo de la demagogia, que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional determina que el concepto de nación y nacionalidad no son sinónimos, declarando que la carta magna sólo admite una nación, que es la nación española. La nacionalidad histórica por tanto, es una formalidad que no colma sus aspiraciones.

También pienso, aun a riesgo de equivocarme, que al final no se trata tanto de un problema de "verdadera independencia de Cataluña", desligándose de España de forma rotunda y legal, como la certeza (dulce, amarga o indiferente, -según para quién-) de  poder afirmar que Cataluña es una nación, con todas las letras y en mayúsculas. Me atrevo a sospechar que algunos han puesto su corazón en la culminación de un sueño, tal vez sin sopesar ni calcular todas las consecuencias derivadas de esa aparente utopía.
Este es el momento en el que uno mismo puede llegar a plantearse: ¿Qué es lo que nos hace sentir españoles, catalanes, vascos... o varias cosas al mismo tiempo? ¿Es lo que dicen los libros de Historia? ¿Viene marcado exclusivamente por el lugar donde vivimos?
La respuesta a la primera cuestión me resulta infinita y particular en cada persona y no me siento capaz de contestarla. Siento que sería  poner palabras en boca de los demás. Prefiero que cada uno  se lo pregunte a sí mismo, si lo desea y no lo ha hecho ya, y obtenga su propia respuesta. Para los dos siguientes interrogantes para mí sólo cabe una retórica respuesta: No. Porque para mí, sentir y ser en la identidad personal, tal y como uno se ve, están muy próximos, aunque medio mundo pueda decirnos que no somos  quienes creemos ser.
Como madrileño, hijo de vasco, casado con peruana y residente en un pueblo de Almería, siento que mi origen (geográfico, no divino) es  casi un accidente, y al igual que el resto de circunstancias descritas, son fruto de algunas de mis decisiones y también de las decisiones de mis antepasados. Y me puedo sentir feliz aquí, en el lugar donde vivo, - "la vaca es de donde pace, no de donde nace"-, al igual que lo fui en "Madriz", "pedazo de la España en que nací".

Los -ismos casi siempre dividen porque no marcan distinción entre el sujeto individual y el sujeto colectivo, encorsetando al primero en las generalidades del segundo y sujetándolo al lastre del prejuicio, en el que cabalga la intolerancia con total impunidad.

Me he preguntado también, (porque creo que ponernos en el lugar del otro es primordial para conocerle y comprenderle), qué es lo que yo haría si fuese independentista catalán y tuviese la potestad y capacidad política necesaria para tomar importantes decisiones:

-Primeramente, en un ejercicio de lógica y también de prudencia, valoraría la situación actual de Cataluña. Estudiaría concienzudamente la viabilidad real del proyecto, calculando las consecuencias y el impacto que supondría a todos los niveles: políticos, económicos, sociales... Me sentaría a hablar con el mayor número de empresarios posibles para conocer de primera mano su actitud ante el hipotético cambio. Procuraría dentro de mi subjetividad, ser lo más realista posible y no actuar sólo en base a un deseo, olvidándome de los muros impuestos por la cruda realidad.

-Crearía y promovería políticas autonómicas que fomentasen la riqueza, la creación de empleo y la "marca Cataluña" como un símbolo turístico más abierto y cercano a todos, incluso al resto de España.

-Requeriría unos estudios, avalados por los mejores profesionales de la Economía y los recursos, para garantizar hasta donde sea posible, que esa decisión realmente va a beneficiar el lugar donde vivo y que amo "hasta la médula".

En definitiva, lucharía por crear esas condiciones previas que hicieran posible tan ambicioso proyecto. Sería comenzar la casa por los cimientos, no por el tejado presuponiendo la capacidad.

Seguro que muchos pensarán que todo esto se ha hecho. Que es lo que se lleva haciendo desde que comenzó esta inercia, que arranca en la Democracia hasta llegar a nuestros días. Probablemente tengan razón... No es baladí que Cataluña ha jugado un papel fundamental en muchos momentos, convirtiéndose en la llave de poder y obteniendo en consecuencia importantes beneficios, cosa que me parece muy loable, a pesar de muchas de las comunidades españolas que han permanecido a remolque de esos avances.
Entonces, si los nacionalistas catalanes consideran que ya se han creado las condiciones previas, vuelvo a incidir en la cuestión: ¿Es eso lo mejor para Cataluña?... Yo no lo sé, pero me parece que supone el reto de pensar con la cabeza más que con el corazón. Aunque reconozco que al igual que muchos desafíos de la vida, el primer paso es un acto de fe al que luego acompaña la acción. 

Me interesan especialmente las encuestas que se vienen haciendo por el Barómetro de Opinión Pública de la Generalitat de Cataluña que incluye desde 2011 la pregunta «Si mañana se hiciera un referéndum para decidir la independencia de Cataluña, ¿usted qué haría?». La oleada —conjunto de encuestas— más reciente del Barómetro refleja que el 54,7 % de los catalanes votarían sí a la independencia, un 22,1 % lo harían en contra y un 15,7% se abstendrían. Estos datos, si los confrontamos con los de la primera oleada de 2011 (un 42,9% a favor, un 28,2% en contra y una abstención del 23,3%) nos revelan una creciente tendencia a la independencia, que aumenta en casi un 12%. Disminuye en un 6% el número de los que se oponen y la abstención se rebaja un 7,6%. Se pueden sacar de dichos resultados múltiples conclusiones, pero aunque todos sabemos que las encuestas no acostumbran a ser un reflejo preciso de la realidad, es notorio que algo ha cambiado.
 La puesta en marcha del proyecto soberanista encabezado por Artur Mas, pese a ser considerada por muchos como una maniobra de distracción ante los numerosos escándalos de corrupción en los que CiU está implicado, tal vez ha alentado en los últimos tiempos a tomar partido por la independencia a bastantes indecisos. El giro político es notable sobre todo si recordamos cuando en 2006 se definía como nacionalista "tolerante y moderno" pero integrado en el conjunto de España... Lo que me queda la duda es de si se sentía integrado en el conjunto de España a la fuerza o con alegre aceptación. 

Mucho se habla de soberanía, independencia, estado federal, libertad para decidir... pero en realidad muy poco o nada se escucha de opresión del Estado español, limitaciones culturales o lingüísticas, falta de reconocimiento a la cultura de Cataluña... De seguro es porque afortunadamente a día de hoy ya no se atropellan esos derechos ni la identidad cultural que representa esta comunidad, que dicho sea de paso, cuenta con un buen número de obras arquitectónicas consideradas Patrimonio de la Humanidad.

Me da que pensar el concepto que a menudo tenemos de la palabra libertad. Para mí todas las libertades que permanecen sujetas a la moral y a la justicia me parecen importantes, pero la que más me cautiva es la libertad de pensamiento unida a la libertad de expresión. Recuerdo especialmente la frase de Voltaire: "Detesto lo que dices pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo" .Abundando en lo que dije con anterioridad, pienso que ser libre no es lograr de forma exitosa todas nuestras metas. A veces nuestra libertad estará sometida o limitada por imposiciones o imperativos legales que no nos agradan y que tampoco hemos elegido. Para aquel que se sienta contrariado y no pueda cambiar esa situación, puede quedarle el consuelo de meter su cabeza bajo el yugo mas no sus pensamientos.
Las personas más libres que conozco son aquellas que conocen otras realidades, que en muchos casos han viajado,que muestran interés por otros pueblos y culturas, con inquietud de conocimiento y que sencillamente tratan con personas y cosechan amistad con personas de distintos orígenes, razas, ideologías, religiones... que no temen la diferencia y se acercan para comprenderla y si es conveniente admirarla. Son esos ciudadanos del mundo sin patria ni bandera única, pero con sentimientos que brotan del alma. Vicente Ferrer, un hombre bueno y un ilustre catalán nacido en Barcelona, dijo: "Soy indio, aunque todavía me sepa hacer el nudo de la corbata, y sin la India no sería lo que soy".  Y yo ante semejante clase de cátedra pronunciada desde lo más hondo del corazón, diré que me esfuerzo en respetar a todos pero a personas como él admiro.

Yo, que he viajado a muy pocos países y que no conozco nuestra geografía como se merece, reconozco que cada uno de esos lugares tienen un encanto y belleza que me enamoran y son dignos de admirar.

Tal vez uno de nuestros mayores errores es confundir el orgullo patrio con la descalificación. Aquel que se sienta muy español, muy catalán, muy almeriense o muy ejidense puede afirmarlo con orgullo, sin mostrar desprecio por el resto de orígenes, nacionalidades o gentilicios, con sana autoestima y "humilde orgullo", sin absurda jactancia. De no hacerlo así, podría incurrir en un acto de supina ignorancia. Por ende todo aquel que se sienta muy catalán puede gritarlo a los cuatro vientos si lo desea sin aguardar al 9 de noviembre ni al día indeterminado en que ese sueño se convirtiere en realidad.
En lo personal prefiero pertenecer a algo más grande que Madrid, algo que a su vez lo contenga, pero comprendo que es solamente mi opinión y no le sirve a otro.
 Incluso aquellos que se sientan catalanes y españoles al tiempo, no escondan su aparente contradicción sustentada en vanas rencillas. Todos tenemos derecho a nuestras contradicciones, ya lo creo... De hecho y por comentar una curiosa, tengo un amigo votante del PP, con profundo sentido patriótico español que es "forofísimo" (esta palabra no la recoge la R.A.E. ,lo siento pero es la que mejor le define en este caso) del Fútbol Club Barcelona. Me parece que sus gustos y preferencias responden a la inteligencia de no confundir fútbol con política y escoge aquello que le parece mejor en cada ámbito.

Si existe algo que me cuesta digerir son algunas de las palabras y acciones de algunos dirigentes políticos, actuales y del pasado, que constantemente nos enfrentan al resto y profundizan brechas que nunca llegan a cerrarse por su nociva influencia, convirtiéndose en abismos de incomprensión. No se entiende que en el pasado unos padres no pudiesen registrar a su hijo con un nombre catalán ni tampoco que se mutilase la identidad de un pueblo impidiéndole escribir y expresarse de forma oficial en su lengua. De la misma manera no es de recibo, que un empresario en Cataluña esté obligado a no rotular en castellano. Podría hacerlo en chino o en ruso, no importa, pero no en castellano, so pena de ser multado.
¿Qué les parece la presión a la que se han visto sometidos 700 alcaldes de algunos municipios para que dispongan de sus centros lectivos como colegios electorales para la consulta?
Artur Mas fue inscrito en el registro civil como Arturo Mas, nombre que se cambió por el actual en el año 2000. Es comprensible que se llame como desea y también que haga honor a la voluntad de sus padres. Tal vez sean estas cosas que algunos juzgan insignificantes las que hacen que haya quienes se quieren desligar de España y  también que la punzada de los recuerdos y de la historia, mantenga vivos esos rencores y sentimientos anticatalanes y antiespañoles.

Hace unos días me decidí a elaborar una mini-encuesta sin ningún valor representativo a  algunos de mis buenos amigos catalanes. Quiero recalcar que ninguno de ellos vive en Cataluña, por si alguien quiere sacar sus propias conclusiones. Esta circunstancia puede tener algún peso, pero en todo caso no creo que sea determinante. Fue realizada a seis personas en un rango de edades aproximado de 30 a 60 años y las preguntas y resultados fueron los siguientes:

1ª- ¿Está a favor de la consulta soberanista del 9-N?  3 a favor y 3 en contra.
2ª- En caso afirmativo, ¿piensa que se deberían activar los mecanismos para que fuese vinculante, cambiando la Constitución si fuese necesario? 3 dijeron que sí  (no ha lugar a que respondan los tres restantes).
3ª- ¿Piensa que la consulta concierne exclusivamente a los catalanes o por el contrario debería hacerse extensiva al resto de España? ( Entendiendo esto último como que todo español pueda participar en la consulta)   3 piensan que atañe exclusivamente a los catalanes y 2 piensan que concierne a todos los españoles. El que resta opina que no hay motivo para la consulta, independientemente de la fórmula de la misma.
4ª- ¿Es posible sentirse catalán y español al mismo tiempo? Los 6 afirman que sí.
5ª- ¿Es este su caso? Hay 3 que dicen sentirse más andaluces por sus raíces, 2 más catalanes que españoles por dominar el idioma y 1 más español que catalán.

Quiero disculparme por la cuarta pregunta por aquello de lo innecesario de la misma, pero con el pasar de los años he aprendido a no dar nada por sentado y también la formulé porque me temía que los extremos pudieran conducirnos a lo incongruente. Supuse unánime esa respuesta afirmativa pero quería empezar por ahí, para matizar esa respuesta mediante la pregunta siguiente.
Los resultados arrojan una división de opiniones equilibrada, tal vez casual pero en ningún caso destilan odio hacia lo español. Ojalá las personas no fuésemos tan fáciles de ofender y si alguien ha tenido una mala experiencia en Cataluña... por favor, comprenda que no todos somos iguales ni aquí ni allí y disfrute de lo que esa bella tierra  y muchas de sus gentes nos ofrecen. Creo que entre todos debemos esforzarnos en extirpar eso que tanto daño ha hecho a nuestro país y no guiarnos mucho por la opinión de algunos de los políticos de uno y otro lado, que con frecuencia y a tenor de los acontecimientos, no ponen a España ni a Cataluña en primer lugar. Puede que se ocupen y hasta se sirvan de ellas, pero en último término nuestro bienestar parece importarles un comino.

Por mi parte creo que España no dejaría de ser un gran país, con Cataluña o sin ella, pero sinceramente no sería el mismo. España con Cataluña siempre será más que sin ella, pues es un hermoso lugar. Es lo que honradamente pienso y prometo que sin ningún ánimo de fastidiar a nadie. La independencia de Cataluña a efectos prácticos de mi diario vivir no pienso que tuviese ninguna incidencia importante, pues ya no dibujo mapas como lo hacía en la E.G.B y aunque el pasaporte abulta un poquito más que el DNI si me fuese necesario lo llevaría para hacer turismo en cualquiera de sus  recomendables provincias.  Lo que también tengo claro es que no me imagino una liga de fútbol sin el Barça (me ha costado encontrar la "cedilla" en el teclado, lo admito), la selección española de fútbol sin algún jugador catalán, un conjunto de imágenes turísticas de España sin una foto de la Costa Brava ... Tampoco pienso renunciar al "pan tumaca" ("pa amb tomàquet" sería más correcto), ni a la butifarra catalana... El boicot al Cava en mi caso siempre será impretendido pues es el mismo boicot que hago a toda bebida alcohólica por ser abstemio. Y por supuesto, esto si que es seguro: no negaré mi amistad y respeto a mis queridos amigos catalanes,sean nacionalistas o no, ni a quienes pretendan acercarse a este humilde servidor ignorante de muchas cosas, pero que se esfuerza en comprenderlas.






















Fuentes:
- Diario "El País"
- Diario "El Mundo"
- Informativo "Crónica Global"
- Wikipedia
- Mini-encuesta a unos amigos catalanes









miércoles, 22 de octubre de 2014

Compréndanlo... Si pueden...

Seguramente casi todos hemos tenido un amigo de infancia o juventud, más que fantasioso, ávido de relatarnos, con orgullo y suficiencia, hazañas propias y "batallitas" poco creíbles... Lo que ya resulta más improbable es que las demostrasen con evidencias, fotografías y repercusión nacional...

Nuestro protagonista de la historia, casi no necesita presentación, pues se ha hecho popular en tiempo "record" y tal vez sin pretenderlo, o al menos de "aquesta manera".

El joven Nicolás se podía jactar ante los compañeros de estudios, amigos, familiares y personas de su entorno, de haber estado presente en actos públicos, conferencias y reuniones de los círculos más selectos de la esfera política y hasta nobiliaria. En este último caso la única sangre azul que parece tener es la del factor "rh- PP", pese a no ser siquiera militante. Su presencia encaja como un guante en el perfil de joven de familia conservadora de clase media-alta, cursando estudios superiores, aunque no sea oro todo lo que reluce. Es por eso, que quizás no levantó sospechas al asistir a diversos actos del Partido Popular, presentándose como miembro de Nuevas Generaciones.

A las fotos nos remitimos: con el ex-presidente, José María Aznar, en una conferencia de FAES, con la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, con la Presidenta del PP de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre y en el besamanos de los Reyes de España, en la proclamación de Felipe VI (esto último en foto y vídeo)...

Algunos no han dudado en nombrarle "el Mocito Feliz de la derecha", por sus frecuentes apariciones públicas junto a integrantes de la cúpula del Partido Popular.

Toda esta leyenda en torno a este joven, viene acrecentándose en los últimos días con nuevos datos e informaciones que ponen de relieve aún más si cabe, su rocambolesca historia, digna del más disparatado guión cinematográfico. No dudan en compararle con Di Caprio en "Atrápame si puedes" . A mí también me recuerda, -salvando las distancias por la obvias diferencias-, a De Niro en "Taxi Driver" por lo inexplicable de que haya llevado tan lejos sus aparentemente fantasiosos propósitos. La realidad que nos presentan, parece demostrar que cualquier tipo con un golpe de fortuna, puede quebrantar el sistema establecido, pasando "desapercibido" durante un tiempo.

Los coches alquilados de alta gama, las placas de policía y guardia civil halladas en su domicilio, los falsos documentos del C.N.I. con firmas escaneadas y las supuestas estafas económicas, otorgan un sesgo de gravedad como contrapunto al tinte casi cómico que destila este relato de vida real.

En un esfuerzo por mantener la seriedad que debe acompañar al conocimiento de dichos actos de escasa catadura moral y en odiosa comparación con los recientes desfalcos hacia el erario público y los numerosos casos de corrupción política y/o bancaria, lo de Nicolás parece casi una "travesura".

Muchos, tal vez, sin que a dia de hoy tengamos el verdadero conocimiento de los entresijos, le encumbran por haber logrado algo inusual, por su inteligente burla al sistema, por su impretendido desafío a una justicia de doble rasero... Dicho sea de paso, uno de los policías que lo escoltó a Ribadeo en su día de asueto, ha sido destituido de su funciones de escolta. Existe una pena o castigo para el que falsamente proporciona una supuesta influencia o trato de favor, pero no para el que lo requiere, previo pago de la "trampa".

Ante la citada situación, yo no puedo evitar recordar el famoso "timo de la estampita", magistralmente perpetrado por los actores Tony Leblanc y Antonio Ozores, en una antigua película de blanco y negro, que tenía por escenario la antigua estación de Atocha. En ella, ambos, alevosa y premeditadamente compinchados, tientan a un provinciano recién llegado a la capital y terminan aprovechándose de la mala fe de éste, para estafarle. Es la paradoja del estafador estafado, que con frecuencia el mundo entiende como una justicia no escrita, una ley del Talión impartida por un particular, una victoria pírrica como venganza ante el abuso de los malos...

No pocas veces hemos escuchado el refrán: "Quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón". No obstante, robar o estafar siempre debe ser un hecho condenable, pese a la filantrópica y admirada leyenda de Robin Hood. No importa si es a un rico o a un pobre, aunque robarle al último parezca ser aún más ruín y detestable.

La historia de Nicolás que se ha escrito, tal vez no esté siendo narrada de la forma más objetiva y sus narradores, aun siendo omniscientes, no sabemos cuánto callan o cómo desean contarnos el nudo y desenlace de la misma.
Pues parece inconcebible que él solo, haya podido ejercer y gozar de tanta influencia para armar esta gran mentira.

Personalmente y desde mi ignorancia, considero que muy difícilmente sin la ayuda de un  protector o "mecenas", un joven de 20 años con aspecto aniñado y jovial y que se presentaba con su verdadero nombre, hubiera podido tener acceso a informaciones supuestamente privadas, hacerse presente en actos públicos de notable calado político y hasta ser escoltado por coches de la policía. No dudo de su inteligencia y osadía, pero me cuesta creer que el resto puedan ser tan ingenuos.

Es curioso que ahora ningún militante del gobierno afirma conocerle personalmente. Todos coinciden en que era un "pesado" (cito calificativo textual expresado en los medios de comunicación como "La Voz de Galicia" y el periódico digital "La República" ), que sólo buscaba hacerse la foto y sentarse impropiamente en las primeras filas.

Por otra parte, no resulta descabellado pensar que este muchacho, al igual que el escolta destituido, pueda ser "trinchera" de una trama más compleja y organizada, en la que podrían rodar más cabezas si se llegase al fondo de la verdad.

Lo que es público y notorio, es que Nicolás ha abierto un debate sobre su persona: ¿joven impostor con delirios de grandeza o pillo incorregible? A mí me queda la duda de si tal vez, se cree algunas de sus propias mentiras y también que haya sido engañado en parte. De ser así, pienso que merecería ser ayudado de forma apropiada.
Si por el contrario, es muy consciente de todo cuanto ha hecho,  deshacer este entuerto en el que se ha metido, sólo depende de su voluntad. Nunca es tarde para arrepentirnos de nuestras acciones pasadas y rectificar noblemente.

Entretanto nos queda ese poso indudable de "país de pandereta", la marca "España" (porque "Spain is different") de película de Berlanga. Una nación la nuestra en la que hemos aprendido a reírnos de casi todo, hasta de aquello que no comprendemos.

sábado, 11 de octubre de 2014

Ayudemos a que los niños sigan siendo niños


En la búsqueda del talento infantil y justificando el desarrollo de habilidades y cualidades tempranas, los límites de exigencia y "trabajo" no parecen estar claros. Quizá resulta algo casi cruel y exagerado hablar de trabajo de un menor , pero si se refiere a una actividad programada dirigida, en la que la prioridad no parece ser el disfrute personal de la criatura, sino alcanzar la mayor perfección posible en una determinada disciplina, no se me ocurre una palabra más sencilla y ajustada a esa realidad.

Los motivos de dicha fijación por el éxito, pueden ser diversos y no tiene por qué haber un único motivo. Se me ocurren varios:

-Un deseo frustrado de los progenitores, que anhelan que sus hijos logren aquello que a ellos no les resultó posible;

-La admiración de un niño o niña al virtuosismo de sus padres. Por ello pretende imitar ese modelo. A ese deseo infantil se suma el aliento de los padres que favorecen tan insistente dedicación de tiempo, esfuerzo y recursos económicos en muchos casos. Ellos disfrutan con lo que hacen y no dudan en apoyar la continuación de la saga. Por propia experiencia saben que "la fama cuesta" ...

-La admiración del niño hacia ídolos, frecuentemente del mundo del deporte, la música o el cine.
Si hablásemos de históricos niños prodigio en nuestro país, no sería necesario ni decir sus nombres... En muchos casos el apoyo de los padres, maestros o entrenadores, tal vez no marque una pauta de entrega total, pero sin pretenderlo conscientemente, hace que el niño priorice dicha actividad sobre cuestiones más importantes como la formación escolar o académica, o su oportuno esparcimiento en actividades recreativas.

-El más vil ánimo de lucro, que con la excusa de forjar un futuro prometedor, exprime al menor sin miramientos, convirtiéndose tan ambiciosa empresa en una inversión a corto, medio o largo plazo. La idea es que en algún momento esa dedicación constante dará frutos. El objetivo que descarga a la conciencia es que "todo lo que se le dice y se le exhorta a hacer, se hace por su bien". La cara más "amable" de este supuesto serían aquellas familias con verdaderas necesidades, que ven como el talento de su retoño, les ofrece una oportunidad única de salir de su extrema pobreza.

Recuerdo un consejo que me dio mi padre cuando todavía era un niño (en realidad no llegué a ser un adulto en su presencia, pues se fue de este mundo siendo aún joven) : "Cuando seas mayor haz aquello que te guste". Que nadie piense que no era estricto con el cumplimiento de mis tareas escolares o con mis calificaciones. Aún tengo el vívido recuerdo en mi mente de algunas de sus rigurosas amonestaciones y doy fe de que su tono no era precisamente delicado.

No puedo decir que haya cumplido plenamente su recomendación, porque no me dedico profesionalmente a aquellas cosas que entonces me gustaban. No soy un ciclista profesional, ni tampoco veterinario, ni periodista deportivo o escritor... pero sí he llegado a amar de alguna manera aquello a lo que me dedico, -aunque sea muy diferente- y me siento agradecido porque me proporciona un salario y el sustento diario.
De igual manera, me siguen gustando esas mismas cosas que me agradaban y por eso cuando hago o veo deporte, contemplo y acaricio mis mascotas o escribo un humilde artículo en mi blog, puedo sentir que también hago esas cosas que me gustaban y hoy las disfruto.

Con esta reflexión lo que deseo expresar es que los sueños de un niño deben de ser suyos y no los de sus padres. Una buena formación temprana puede augurar importantes logros en el futuro, a los que no necesariamente acompañará la felicidad. La identidad y personalidad se va definiendo en los primeros años de vida y marcar forzadamente esa senda, "robando" la iniciativa y acotando de forma programada las oportunidades, no parece una buena idea.
No estoy diciendo que un niño no tenga horarios, que no haga las cosas que le gusten, que no desarrolle y potencie sus habilidades, que no se le inculque el valor del sacrificio, que no se le muestre un camino...
Lo ideal, a mi modo de ver, sería animarle siempre a la excelencia, pero como una meta de largo recorrido, que hace que aumente el compromiso conforme el niño va creciendo, siempre mostrándole alternativas, haciéndole ver que eso que le gusta, aunque es importante,  no es lo único en la vida... Que puede haber más cosas y que la mayor aspiración es la bondad, sin indicar ésto que nos parece bien que sea un gandul o que no le vamos a apoyar en sus metas.

Entiendo que esto que opino, a ojos de un mundo competitivo como el que vivimos, puede sonar impopular.

Un niño lo que más necesita es amor, cariño, pasar tiempo con sus padres y su familia, soñar, jugar con otros niños, reírse, aprender valores mediante el ejemplo de sus mayores, compartir y tolerar, llegar a saber que nadie es más que nadie... aunque cantar como los ángeles, tocar el piano con los ojos cerrados, sacar dieces o meter goles por la escuadra no parezcan asuntos desdeñables.

Estas situaciones que he dibujado a grandes rasgos, parecen ser, a pesar de todo, el menor de los males de la infancia.

No obstante, estoy convencido de que algunos de los que estén leyendo estas líneas, han podido escuchar los recuerdos de sus abuelos o incluso de sus padres, cuando siendo aún unos niños, comenzaron a trabajar arduamente... No gozaron de las mismas oportunidades y la necesidad , o incluso el hambre, marcaron inevitablemente su destino.

No deseo ser trágico, pero los niños siguen siendo víctimas de la injusticia de las sociedades y de la maldad de los adultos.

Dicen que una sóla imagen vale más que mil palabras... Y yo digo rotundamente que no, que podemos ver miles de imágenes en los medios de comunicación, de niños desnutridos, con raquitismo, en el Cuerno de África, de niños soldado en diecisiete países, de pequeños vendiendo caramelos junto a una parada de autobuses en una nación de Sudamérica, de menores ejerciendo la prostitución en Tailandia, de niños con pistola en las favelas de Río... y no nos damos por enterados.

En este caso las palabras también son necesarias, aunque seguro, no serán suficiente. Las cifras hablan por sí solas:

- 6,6 millones de niños menores de 5 años murieron en 2012 por causas prevenibles, de los cuales 86.000 fue a causa de un sarampión.

-Un 15% de los niños y niñas de todo el mundo, realizan trabajos que menoscaban su derecho frente a la explotación económica e infringen su derecho a aprender y a jugar.

- 300.000 niños en el mundo son obligados a ser soldado.

- Un 11% de las niñas contraen matrimonio antes de cumplir 15 años, lo que compromete su derecho a la salud, la educación y la protección.

- 140 millones de mujeres y niñas sufren en la actualidad las consecuencias de la mutilación genital femenina (entre la lactancia y los 15 años, en la mayoría de los casos).

No quiero seguir con las escalofriantes cifras y estadísticas, si bien esta causa sería digna de que me extendiese. Pero basten estos tristes datos para sobrecogernos y ser conscientes de la magnitud de los problemas que afectan a la infancia.

Este es un buen momento para pasar a la acción, a pesar de nuestra escasa capacidad. Dijo la madre Teresa de Calcuta: "A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota"

Podemos ayudar de muchas maneras... y cambiar el mundo. Este me parece un justo punto de partida. Sólo es necesario que deseemos hacerlo.

Toukir Ahmed, un adolescente bengalí de 16 años, se dirigía así en una sesión especial en favor de la infancia, a la Asamblea General de la Onu, en 2002:

"Dadnos a nosotros, vuestros niños, un buen presente. Nosotros, por nuestra parte, os daremos un buen futuro"

Fuentes: 
-Informe anual UNICEF 2014
-RTVE.es/AGENCIAS 12/02/2014
-O.M.S. (Datos y cifras de la MGF)                  

viernes, 3 de octubre de 2014

El dulce sabor de lo auténtico

- ¡Agua! ¡Yallah, yallah!
El joven inmigrante se afanaba apresuradamente en recoger su manta, repleta de artículos de imitación: bolsos y billeteras "Louis Vuitton", fragancias de "Chanel" y "Moschino", cinturones de "Dolce & Gabbana", un par de relojes de "Emporio Armani", media docena de boxer de "Calvin Klein"...
Mientras, su compañero, con visible preocupación, contaba las monedas para entregar un cambio a una pareja de adolescentes con escasa capacidad de reacción, que buscaban torpemente, con la mirada puesta en la muchedumbre, a los "causantes" de tan incómoda precipitación.

Esta es una situación de ficción, en tanto en cuanto, no responde de forma exacta, en todos sus detalles, a una situación que yo haya presenciado, aunque a muchos no les resultará desconocida.

Lo que es obvio es que recrea una realidad casi indiscutible: Vivimos en un mundo en el que muchísimas cosas no son lo que parecen.

En nuestra sociedad de consumo, el original se intenta imponer a la copia y ésta a su vez, busca un beneficio oportunista, adueñándose impropiamente de un diseño y una imagen, acercándose al bolsillo de casi todos. A menudo no importa tanto su calidad o duración, ni su funcionalidad o belleza...sólo que parezca auténtico. Es el antídoto al "quiero y no puedo"...

En un contexto puramente visual, parece inevitable que como nos ven, así nos tratan. En un primer contacto la imagen nos manda flashes de información, rápida y fácil de procesar, pero que con frecuencia nos conducen al error y de nuevo confundimos apariencia y realidad.

De igual manera, -alguno ya se habrá percatado-, estas breves líneas que humildemente escribo, no arrojan nada nuevo, sólo una visión personal que difiere en la manera de contarlo. Eugenio D'Ors resumió esa falta de originalidad con esta frase: "Lo que no es tradición es plagio". Es mi defensa al tomar referencias y elementos de temas conocidos y amoldarlos a mi estrecha visión, añadiendo algo de mí.

En el mundo de las ideas, -no el de Platón-, somos más libres y tal vez no tememos tanto parecernos unos a otros, porque sabemos que, en el fondo, somos más parecidos de lo que aparentamos. Asímismo la coincidencia de opinión nos hace sentir más próximos a la verdad, el abrigo de la multitud nos justifica...

En un aspecto más profundo, nos clasificamos mediante etiquetas de pensamiento y carácter (de izquierdas o de derechas, creyente o ateo, intransigente o tolerante, los buenos y los malos...),  que lejos de definirnos de una manera personal o profunda, abren la puerta a los prejuicios, porque marcan una generalidad y dejan a un lado los matices, que hacen de cada individuo un ser único y diferente. Nos resulta más fácil "conocer" a las personas de esta forma, porque tendemos a simplificar.

En nuestro país la realidad, el triunfo de la verdad que ya muchos intuían, nos ha dejado un poso de profunda decepción. Se me ocurren algunos ejemplos: En la política (al descubrirse la corrupción), la economía (cuando supimos que la "burbuja" había estallado), el deporte (con el dopaje y los intereses creados) ... Con el tiempo, las apariencias se diluyen y sale a flote la cruda realidad. Entonces llegamos a la conclusión de que las apariencias pueden ser efímeras, o en algunos casos más duraderas, pero no eternas. Lo auténtico trasciende en el tiempo y en la memoria... Lo aparente pasa y se olvida.

Desde mi punto de vista, en último término, nuestras acciones hablan más alto que las palabras y son aquellas las que terminan por definirnos.

No obstante, a pesar de nuestras buenas acciones, cuando cometamos ese error que traiciona a nuestra coherencia, -porque sucederá...- , aparecerá cual espada de Damocles, el juicio de alguien que nos tachará de hipócritas. Es el precio inevitable de ser imperfectos y ser juzgados por iguales, que no comprenden la imperfección.

La luz de alerta debería encenderse cuando buscamos nuestros propios intereses, el reconocimiento o la aprobación de los demás y mostramos nuestra cara más amable, fingiendo afecto. Inmediatamente nos convertimos en una mala copia de nosotros mismos.

En un mundo a la deriva, huérfano de autenticidad, lo que necesitamos son buenos ejemplos y no falsos ídolos, procurar admirar virtudes y cualidades humanas y no a personas o cosas desde el fanatismo.

Es loable procurar ser mejores imitando virtudes ajenas, con la intención de incorporarlas a nuestro carácter y habilidades, tomando referentes, pero sin tratar de ser alguien distinto a nosotros mismos. Ser auténtico no implica necesariamente ser original y ... al fin y al cabo, la imitación tal vez sea la forma más sincera de admiración.

Es mi deseo que nuestro humilde ejemplo ayude a las generaciones futuras para que sean más auténticas de lo que somos nosotros y en este caso la "copia" supere al "original".